Muchas veces hemos escuchado el término “Ciudad declarada patrimonio histórico de la humanidad”, pocos saben qué significa y cuántos tesoros guardamos en ella.
Nadie puede tener dudas sobre el hecho de vivir en un territorio lleno de historia. Vestigios renacentistas, barrocos, coloniales, decimonónicos o del siglo XX, son parte de nuestra vida cotidiana.
San Cristóbal de La Laguna, abarca todo eso y más. Y fuera del espacio protegido por el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico, del tesoro iniciado a finales del s. XV, con su espacio creado a la medida humana, profundamente humanista, también lo encontramos.
Para Patrice Melé, del Observatorio Europeo de Geopolítica, el Patrimonio supera el ámbito local y no debería dejarse exclusivamente en sus manos, por ser “susceptibles de privilegiar memorias divergentes”[1], y en cierta medida estoy de acuerdo: es fundamental mantener la distancia para que el dibujo del urbanismo que afecta a elementos del pasado no presente interferencias de una entendible visión de progreso.
Demoler o no demoler: ésa es, a veces, la cuestión. Si hay que elegir, yo como progresista opto por lo segundo. Sosteniendo que el desarrollo no puede imponerse a la conservación. Ambas cuestiones -proteger y progresar- deben ser parte de un proyecto de ciudad.
Se nos exige la existencia de un conjunto significativo para que se empiece a teorizar sobre el desarrollo del elemento histórico. Pero la realidad nos dice que hay elementos aislados que de por sí son parte de la vida de nuestros antepasados y de la propia nuestra.
Este Municipio ha reiniciado el proceso de modificación de su Plan General de Ordenación.
Nadie puede tener dudas sobre el hecho de vivir en un territorio lleno de historia. Vestigios renacentistas, barrocos, coloniales, decimonónicos o del siglo XX, son parte de nuestra vida cotidiana.
San Cristóbal de La Laguna, abarca todo eso y más. Y fuera del espacio protegido por el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico, del tesoro iniciado a finales del s. XV, con su espacio creado a la medida humana, profundamente humanista, también lo encontramos.
Para Patrice Melé, del Observatorio Europeo de Geopolítica, el Patrimonio supera el ámbito local y no debería dejarse exclusivamente en sus manos, por ser “susceptibles de privilegiar memorias divergentes”[1], y en cierta medida estoy de acuerdo: es fundamental mantener la distancia para que el dibujo del urbanismo que afecta a elementos del pasado no presente interferencias de una entendible visión de progreso.
Demoler o no demoler: ésa es, a veces, la cuestión. Si hay que elegir, yo como progresista opto por lo segundo. Sosteniendo que el desarrollo no puede imponerse a la conservación. Ambas cuestiones -proteger y progresar- deben ser parte de un proyecto de ciudad.
Se nos exige la existencia de un conjunto significativo para que se empiece a teorizar sobre el desarrollo del elemento histórico. Pero la realidad nos dice que hay elementos aislados que de por sí son parte de la vida de nuestros antepasados y de la propia nuestra.
Este Municipio ha reiniciado el proceso de modificación de su Plan General de Ordenación.
Aunque mal nos lo pinta el equipo de Coalición si su ejemplo en cuanto a conservación es la “Casa Ossuna”.
[1] Melé, Patrice. “ La protección del patrimonio histórico en México: prácticas locales y competencias federales” ,Estudios Mexicanos, vol 14. 1998
No hay comentarios:
Publicar un comentario